El tenista español, máximo ganador de Grand Slams, se presentó en Melbourne con una trabajada victoria frente al joven británico Jack Draper, quien le planto cara en la primera ronda
El español Rafael Nadal inició este lunes su defensa del Abierto de Australia con una trabajada victoria ante el joven británico Jack Draper, que puso en serios apuros al actual campeón hasta que el físico le aguantó.
En su regreso a la Rod Laver Arena, donde hace un año se convirtió en el hombre con más Grand Slams de la historia, el actual número 2 del mundo se impuso a Draper por 7-5, 2-6, 6-4, 6-1 en una batalla de más de tres horas y media.
Principal cabeza de serie, Nadal acudía a Melbourne rodeado de dudas tras una racha de seis derrotas en siete partidos y, además, se topó con uno de los rivales “más duros” en primera ronda para un sembrado.
Es una victoria que necesitaba. Los últimos meses no han sido fáciles para mí, pero ojalá esta victoria me ayude”
dijo Nadal en declaraciones a pie de pista.
Draper, que en la previa explicó que creció idolatrando a Nadal, demostró su potencial en la pista central del Melbourne Park, donde desplegó un abanico de saques poderosos y afilados golpes con los que aguantó los largos peloteos del español.
De hecho, la primera manga no se decidió hasta el último juego, cuando Nadal sacó de la chistera dos izquierdas anguladas y aprovechó dos dejadas algo largas de su rival para romperle por primera vez el servicio.
Pero lejos de amedrentarse, Draper salió a por todas al segundo set, rompiendo de inmediato el servicio al español, que solo pudo ganar dos juegos en la manga.
El equilibrio se mantuvo durante el tercer set hasta que Draper empezó a sentir molestias en su muslo derecho, por las que tuvo que solicitar en varias ocasiones asistencia médica.
Tras perder esa manga, el británico, número 38 del mundo, pidió entrar a los vestuarios para tratarse las molestias y en la reanudación volvió a romper de inmediato el saque de Nadal.
Pero, a diferencia de lo ocurrido en el segundo set, el español sofocó la rebelión y acabó imponiendo su ley ante el británico que, aunque apenas sin correr y con evidente gesto de sufrimiento, siguió ofreciendo chispazos de calidad, llegando a gozar de dos oportunidades de quiebre en el último juego.